
¿Cómo serán los certificados de inglés en el futuro?
Durante años, hemos asociado el nivel de inglés a un certificado que indica A1, B2 o C1. Pero el mundo profesional está cambiando a pasos agigantados, y con él, la forma en la que se mide el dominio de un idioma.
¿Tiene sentido seguir evaluando con exámenes generales y descontextualizados el nivel de inglés de las personas como se viene haciendo hasta ahora? Yo opino que no.
Cada vez hay más señales de que el futuro va hacia una certificación flexible, dinámica y adaptada al entorno laboral real. Yo misma llevo evaluando el nivel de inglés oral y escrito de los profesionales que me lo piden con un audio de Whatsapp y un correo electrónico. Saber responder verbalmente a pregunta específica y la redacción de un email son claros indicadores de la salud del idioma para mí.
Las herramientas con inteligencia artificial también permiten evaluar cómo una persona se comunica en contextos específicos como reuniones, presentaciones o correos. Esto abre la puerta a una certificación continua, basada en el uso real del inglés y no sólo en exámenes puntuales. Superar con la nota más alta un examen hoy no significa que dentro de 6 meses tu inglés siga siendo igual de bueno. Repito con insistencia que los idiomas, de no utilizarse, se oxidan más que el propio hierro. Lo mismo pasa con el cuerpo si apenas movemos el esqueleto. Lo que no se usa se engarrota, se oxida y acaba por dejar de funcionar.
Se empieza a hablar seriamente de microcredenciales lingüísticas. Son insignias digitales que validan habilidades concretas como “negociar en inglés”, “vender una idea en una reunión” o “liderar una demo técnica de mi producto con clientes internacionales”. Este enfoque de evaluación resulta muy útil para profesionales que necesitan demostrar competencias específicas y no solamente un nivel genérico.
Otro cambio interesante ligado a esto es el enfoque sectorial. En lugar de tener un “C1 en inglés general”, podrías tener una acreditación en “C1 en Inglés para VFX y animación”, “B2 en Inglés para marketing digital” o “Buen inglés para desarrollo de software”. Esto es mucho más útil, más justo y más conectado con el día a día de los profesionales y con la realidad de cada persona a la hora de encajar en un trabajo. La titulitis, o, dicho de otro modo, la colección obsesiva de títulos, va teniendo cada vez menos sentido.
Todo apunta a un modelo de certificación vivo, que se actualiza según cómo usas el idioma, que se puede demostrar con ejemplos reales en tu trabajo y que reconoce la fluidez, la naturalidad y la capacidad de conectar, por encima de la gramática perfecta. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de saber establecer conexiones reales en el idioma que necesitemos y “reales” no significa 100% libres de errores. Somos seres humanos imperfectos.
Si eres formador o profesional del lenguaje como yo, creo que es un buen momento para reflexionar si sabremos adaptarnos a este nuevo paradigma.
